Les ofrezco un fragmento de Emir Rodríguez Monegal:
"Las Leyes de Indias crearon (en el papel) la ilusión de que la América Española era una: el Derecho, la Religión, la Monarquía, eran una. Uno, también, el idioma castellano. (En la América portuguesa, existía la misma ficción legal; sólo variaba la lengua metropolitana). Esa ilusión persistió, y aún persiste, en la imaginación de historiadores de la Hispanidad. Nunca fue real. Porque América Española, o Hispánica, o Ibérica (si se quiere incluir al Brasil), o Latina (para seguir la moda imperial impuesta por los asesores de Napoleón III), nunca fue, ni es, una unidad. Lo que caracteriza a esta América es la pluralidad de lenguas y culturas, el diálogo -no siempre audible- entre grupos rivales y hasta enemigos, diálogo que constituye, para bien y para mal, lo que se ha intentado definir como cultura latinoamericana. Sin embargo, en el período colonial, la ilusión de una unidad era aún más fuerte que hoy cuando se habla (con qué facilidad) del Tercer Mundo. Al desembarcar, tanto los españoles como los portugueses eran portadores de aquellos elementos de unidad que están por encima de cualquier proyecto imperial: una lengua (o casi: la diferencia entre el español y el portugués es mínima), una religión, una idea imperial. Nacida oficialmente el 12 de octubre de 1492, América hispánica parecía firmemente atada por esa triple fundación cultural. La realidad era, fue, es, otra [...].
"Una lectura distinta del período es lo que se propone aquí. Una lectura que tiene en cuenta el proceso diacrónico, pero lo corrige con la visión sincrónica de hoy. Que sitúa a los autores en el diálogo de su tiempo, pero no deja de marcar si esta determinada voz (los informantes de Sahagún, por ejemplo) era o no audible entonces. La comprobación de que la Historia no es una entelequia que planea por encima de las culturas, sino un texto que todos escribimos, y (por lo tanto) desescribimos, es la convicción que genera esta antología. A través de la contradicción, del permanente borrarse y reinscribirse el mismo texto de este diálogo, es posible captar en su realidad móvil, ambigua, siempre re-leída, esa cultura colonial que solía ser presentada como armoniosa sucesión de generaciones, de obras, de períodos. No hay, no hubo, armonía. La obra magna de Las Casas no fue leída hasta 1875; Guamán Poma sólo fue editado en 1936; Gregorio de Matos tuvo su primera edición completa en 1969. ¿A qué seguir? La historia y la crónica, y hasta la literatura de la colonia, están siendo escritas ahora mismo".
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