Mujer en el Hotel de Ville, segundo día de la Comuna de París, 1871. Dibujo de Daniel Urrabieta Vierge. Disponible aquí.
Hablábamos hace poco de los acontecimientos editoriales del 2008. Por eso vale la pena darle la palabra a Fernando Savater, quien antier escribió lo que sigue: "Si ustedes me preguntan cuál es, a mi juicio, el acontecimiento editorial más importante de 2008, no tendré más remedio que hablarles de una obra magna que probablemente no hayan visto comentar en las páginas culturales ni los suplementos literarios. Se trata de la Historia de la revolución francesa de Jules Michelet, traducida por Vicente Blasco Ibáñez, que ha publicado la editorial Ikusager". Así es: la Historia de la revolución francesa vuelve a ser editada. La nueva versión, a cargo de Juan Manuel Ibeas, recupera la clásica traducción de Vicente Blasco Ibáñez, pero corrige sus muchos errores y -sobre todo- restaura los pasajes censurados en su primera edición (alrededor de 200 páginas, que incluyen la actuación de la Iglesia en la Contrarrevolución y las escenas más negras del Terror). Es la misma edición cuyas fotocopias algunos de nosotros guardamos con fervor; la misma, pero mejorada. También se recuperan las ilustraciones de Daniel Urrabieta Vierge (1851-1904), dibujante vasco que viajó a París, perdió el control de la mano derecha, y abandonó su apellido paterno para hacerse famoso como Daniel Vierge. Victor Hugo, gran amigo suyo, lo definió como "el padre de la ilustración moderna". Parece que fue el propio Michelet quien le pidió a Urrabieta ilustrar su libro; los dibujos aparecieron primero para la edición francesa de 1871, y acompañaron después la traducción de Blasco Ibáñez, publicada en 1899.
Ernesto Santolaya conoció a Michelet gracias a esas ilustraciones. Encontró la vieja edición en el desván de un amigo, hace 60 años. Se fue enamorando del libro gracias a las ilustraciones, y aprendió a leer poco a poco lo que el libro decía. Santolaya no sabía leer. Santolaya era hijo de los perdedores de la Guerra Civil (su padre estuvo durante mucho tiempo en la cárcel de Franco); tuvo que trabajar desde niño, y entró a la escuela hasta los 12 años. Cuenta, en una entrevista conmovedora, que
Al final, [Ernesto] fue a la escuela, pero sólo año y medio. "Se acabó cuando mi padre me preguntó qué había aprendido. Yo empecé a decir: 'A leer, sumar, restar y multiplicar, los 27 principios de la Falange, el rosario en latín,... Y en ese momento me dijo que no volviera más". Su madre, empeñada en que el niño estudiase para conseguir un trabajo en un banco, le llevó a las clases particulares de Antonio Paternina, un prohombre de Haro venido a menos, pero con una biblioteca magnífica.Al final, Santolaya trabajó en los oficios más inverosímiles (pastor, vendedor de tractores, activista político), antes de fundar Ikusager, editorial independiente especializada en el cómic histórico, la novela policiaca y el ensayo libertario. La republicación de Michelet es la culminación de un sueño que costó cuatro años de preparación. Y, como dice Ángel Vivas, en El Mundo:
"Áhí empezó mi verdadera afición por la lectura: pasé de Cuto a Dostoievsky. Pensaba que le robaba los libros a don Antonio, hasta que un día, 20 años después, me presentó a su mujer como el mozo al que el matrimonio le seleccionaba las lecturas por las noches para dejarle los mejores títulos cerca y que fuesen éstos los que yo cogiera".
La nueva edición es también un colofón a la atípica carrera de Santolaya como editor, que empezó cuando tenía ya más de 40 años. Franco acababa de morir, y él, junto con su amigo el ilustrador Antonio Hernández Palacios, se propuso dignificar el cómic, publicando piezas históricas y realistas; algunos, sobre la Guerra Civil. Luego pasó a la literatura, y con el mismo espíritu vocacional que ha publicado la obra de Michelet, ha recuperado al raro Pierre Mac Orlan (con prólogo de Raymond Queneau), una biografía política de Willi Münzenberg, ese misterioso propagandista del comunismo, y al pensador libertario John Zerzan.
Su catálogo también es libertario, presidido por el criterio supremo del propio gusto, o por la inspiración, que, como dice Santolaya, no tiene nada que ver con el análisis de mercado. Con más voluntad que conocimientos académicos, Santolaya saca libros y autores que piensa que deben ser conocidos. «Hacer revivir a esos personajes perdidos en el olvido, como Urrabieta, me hace sentir partícipe de una Humanidad y me da una satisfacción muy íntima».
Así que la prosa tremenda de Michelet regresa al fin, como el relámpago; ojalá no se tarde mucho en llegar a México.
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