
Karla, Flor y yo, en el puente peatonal que lleva a la Facultad de Derecho (con sus columnas griegas gigantescas que recuerdan los comentarios de H. Broch sobre Wagner y el kitsch de lo solemne). Al frente, un arcoiris celoso se mete en la foto a pesar de no haber sido invitado: abre sus brazos con los dedos mojados de luz, para empapar la foto y dejarnos la sopresa de un rayo de sol que vivimos sin saberlo.
Flor y yo hacemos competencia de bebida de jugos en una pequeña pizzeria cercana a nuestro hostal. Los primeros días nos quedamos en el Hostal Gardel, que está hecho para extranjeros jóvenes y tiene todos los accesorios para hacerte sentir que estás viviendo una aventura con poco dinero: cartel exterior con tipografía nouveau, problemas con el agua caliente, colores rojizos, trabajadoras guapas que te miran con gestos despojados de misericordia (algunos turistas de otros países cayeron en la trampa de turistas: se enamoraron de las trabajadoras y gozaron con el dolor del rechazo que llegó luego; seguramente viajaron después a otros países, y se sintieron nuevos Ulises, y pensaron en regresar a ese lugar en el que nunca estuvieron). Pero nosotros nos mudamos a un hotel enorme y desolado, una especie de casa embrujada que era aun más barato que el Hostal Gardel.
Karla, agotada, se apoya en Maradona para no caer fulminada de cansancio. Hay cosas que vivimos sólo para luego narrarlas, ¿no es cierto? Y cada segundo precioso se carga de una secreta felicidad, mientras anticipamos el momento en que lo contaremos a un amor desconocido. Pero hay otras cosas que nunca suceden: en esa foto, todo ocurrió para que pudiéramos inventar una historia el día de hoy, cuando el resto de ese día se ha difuminado.
Flor y yo en el Café Tortoni, que es el único lugar del mundo donde se sirve ese café con esas tacitas tan bonitas de abajito. Entonces miramos el rostro que fue nuestro y que ya no reconocemos, y nos preguntamos por el silencio de la foto. Quizá pensamos que hay cosas que suceden, justamente, para que no podamos narrarlas: acoger, con una pausa, la huella del silencio de la experiencia.
5 comentarios:
Hola mi amor, que decirte, un año deja espacio para un silencio enorme, pero esos segundos, se vuelven innolvidables, ... jajajaja en todas las fotos sales reguapote!!!!!
Ay Rafa...
No encuentro palabaras adecuadas. Lo mejor es que tú si lo hiciste. Más y muchos más viajes a tu lado y al de Flor.
Te quiero mucho
bellas fotos... y es cierto, supongo que algunos viajes se hacen para ser narrados. El riesgo de las fotos es que luego sustituyes toda la experiencia por una sola imagen, pero bien vale le pena tener el intinerario iconográfico de cada uno...
abrazos a los dos
fiu fiu... lindos rulos!!
:'-) snif.
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