"En la investigación etimológica hay que tener en cuenta tres principios: ex causa (rex viene de regere y de recte agente), ex origine (el hombre se llama homo porque está hecho de humus) y -otro principio que se remonta a los estoicos, a través de Varrón- ex contrariis (aquí nos topamos con el todavía famoso lucus a non lucendo [...])".
(Literatura europea y Edad Media latina, t. I, p. 72).
La investigación etimológica es una de las disciplinas de la "gramática", arte de leer y escribir (viene de gramma, 'letra'); fundamento de la teoría de la educación griega y base del resto de los saberes; saber que, al ser traducido al latín, recibe el nombre de "literatura" (viene de litttera, 'letra'). Literato, en su sentido 'originario', nos recuerda Curtius, no es primariamente aquel que crea poemas o relatos, sino sólo el que lee y escribe; el que sabe leer y escribir (¿y quién puede presumir de saber algo tan extraño como esto?). Y la investigación etimológica tiene que ver con la búsqueda del origen de las palabras; origen siempre oscuro y engañoso, pues, como recuerda San Isidoro, no toda palabra guarda hoy su relación primigenia con la "natura" de la cosa a que refiere.
Por ello, quizá, la etimología medieval no sólo busca el origen genético que explica cuáles palabras derivan de cuáles, sino que se deleita en juegos de palabras donde un término es explicado por el origen de la experiencia al que luego nombrará el término (la leyenda bíblica ilumina súbitamente el parecido entre homo y humus); o ese otro, tomado del De lingua latina, que explica por qué la palabra lucus ("bosque") nace de su contrario gramatical non lucendo ("lo que no está iluminado"), y permite pensar en que, ciertamente, al bosque no llega la luz ("la umbría", dicen nuestros poetas del XVI...). Hermoso juego gramatical que quiere iluminar la dialéctica oculta del lenguaje; el crecimiento de su cuerpo vegetal.
La lingüística se ensañó, al nacer, con explicaciones de este tipo: fustigó su carácter engañoso, juguetón y arbitrario, pero se olvidó del engaño que sustentaba su propio método: el de la posibilidad de encontrar "la" etimología original. La natura ya no se alcanza por iluminación: se arrebata en un campo de disección, o bien se juzga inalcanzable, más allá de la ciencia, imposible de encontrar por métodos racionales. Quizá la lingüística moderna se toma demasiado en serio, y por eso no se permite jugar: ha perdido el sentido de la imaginación y la capacidad de inventar historias. Frente a ello, el juego gramatical de San Isidoro se revela particularmente fecundo. Engaño que responde al engaño primero... ¿No es una bella forma de habitar la historia de nuestras palabras?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario