lunes, octubre 02, 2006

De Ovidio y la disfunción eréctil (y de cómo reírse de las cómicas "tragedias" cotidianas)

Pues resulta que hace como una semana le envié a mis amigos este poema, que es del libro III de Amores, que ahora estoy leyendo completo en la maravillosa edición de Obras completas de Ovidio traídas desde España por la buena estrella de Mariana Ozuna. Se lo mandé a mis amigos, sobre todo a mis amigos hombres y para compartir con sus parejas, porque Ovidio es el fundador de un vocabulario amoroso que se ha hecho el dominante en Occidente (la militia amoris, con sus conquistas y batallas), y por ello es también justo traerlo a la memoria como alguien que le dio voz poética a las cosas pequeñas, humildes y vergonzosas que todos vivimos pero nadie habla (no se vale decir "a mí nunca"); el poema está lleno de humor y la forma elegiaca le sienta de maravilla: al final, los lamentos dicen lo contrario de lo que parecen decir, y uno no puede reprimir la sonrisa; tiene esa preocupación por la vida y su belleza más allá de la metafísica, característica de toda la poesía de Ovidio. Se los dejo aquí, y pronto pondré algunos de los comentarios con que ciertos amigos respondieron al llamado.


Ovidio, Amores, libro III, poema 7
(Traducción de Antonio P. de Verger)

¡Qué hermosa es! ¡Cómo está de atractiva mi amada!
¡Cómo la he deseado, creo, mil veces en los sueños!
A ésta, sin embargo, la tuve, lánguido en mala hora, para nada
y tendido quedé, culpa y carga, sobre el indolente lecho,
sin que pudiera, deseoso y con la joven igual de deseosa,
disfrutar de la parte agradable de mi agotado miembro.
Es cierto que ella rodeó mi cuello con sus brazos de marfil
más blancos que la nieve de Sitonia,
introdujo besos combativos con su lengua apasionada,
puso su muslo lascivo sobre mi muslo,
me dijo ternezas, me llamó su dueño
y además esas palabras en alto que excitan.
Mi miembro, sin embargo, como alcanzado por la fría cicuta
perezoso se apartó de mi propósito.
Tendido quedé como tronco inerte, apariencia y peso inútil,
sin saber excactamente si era un cuerpo o una sombra.
¿Qué vejez me llegará, si es que me ha de llegar,
cuando mi misma juventud falta a su propia medida?
¡Siento verguenza, ay, de mis años! ¿A qué sentirme joven
y macho? ¡Mi amiga no me sintió ni joven ni macho!
Así se levanta la piados sacerdotisa que ha de ir junto al
Fuego eterno y la hermana respetada por su querido hermano.
Pero hace poco cumplí dos veces con la rubia Clide, tres veces
con la blanca Pito y tres veces seguidas con Libas.
Reucerdo que Corina me exigía que en una corta noche
yo aguantara hasta nueve veces.
¿Es que mi cuerpo languidece hechizado con veneno
de Tesalia? ¿Es que en mi desgracia me dañan embrujos
y hierbas o una bruja ha grabado mi nombre en roja cera
y una fina aguja llegó al centro de mi hígado?
Por encantamiento Ceres herida se desvancece en hierba estéril,
faltan por encantamiento las aguas de una fuente herida,
de las encinas las bellotas y de las vides las uvas caen
encantadas y resbalan los furtos sin que nadie los varee.
¿Qué impide que también mi nervio se debilite por arte
de magia? Quizá por eso son insensibles mis lomos.
A ello se unió la vergüenza por lo sucedido y la vergüenza
misma me afectaba: ésa fue la segunda causa de mi fracaso.
¡Pero cómo era la joven que sólo vi y toqué!
¡Así también la toca su propia túnica!
A su tacto el de Pilos podría rejuvenecer
y Titono ser más fuerte que lo que cuadra a sus años.
Ésta era la que me había tocado, pero a ella no la tocó
un hombre: ¿qué voy a pedir ahora en mis nuevas súplicas?
Creo, además, que los grandes dioses se han arrepentido
del regalo ofrecido, que tan vergonzosamente he aprovechado.
Deseaba, sí, que me recibiera: y desde luego fui recibido;
besarla: la besé; estar muy cerca: lo estuve;
¿De qué me sirvió tan gran fortuna? ¿de qué un reino sin poder?
¿de qué, sino de que poseí riquezas como un rico avaro?
Así se seca en medio de las aguas el divulgador de secretos
y tiene a mano frutos que nunca podrá tocar.
¿Se levanta así alguien de mañana del lado de una tierna joven
para poder llegar de inmediato ante los dioses sagrados?
Pero, pienso, ¡no es una seductora! ¡no desperdició en mí
sus mejores besos!, ¡no me excitó con todos sus recursos!
Ésa pudo conmover a las pesadas encinas, al duro diamante
y a las sordas rocas con sus excitaciones;
digna fue de conmover sin duda a los vivos y a los hombres,
pero ni entonces yo vivía ni era un hombre, como antes.
¿Qué placer produciría que cantara Fenio para oídos sordos?
¿qué placer produciría un cuadro al desgraciado Tamiras?
Pero, ¡qué placeres no me imaginé en mi callada mente!
¡qué posturas no dispuse en mi imaginación!
Mi miembro, sin embargo, colgó como casi muerto
más fláccido para mi vergüenza que una rosa de ayer.
Y ahora, mira, se vuelve vigoroso y fuerte a destiempo,
ahora reclama su trabajo y su milicia.
¿Por qué no cuelgas ahora avergonzado tú, el peor de mis
miembros? Así también me cautivaste antes con tus promesas.
Tú engañas a tu dueño, por ti sorprendido desarmado
he sufrido tristes pérdidas con gran vergüenza.
Mi amada ni siquiera desdeñó estimularlo
acercando suavemente la mano.
Pero, cuando ve que no podía levantarlo con maña alguna
y que sigue tendido olvidado de sí mismo,
me dice: "¿Por qué me engañas? ¿quién te mandaba, insensato,
que de mala gana pusieras tu miembro en mi cama?
O una envenenadora de Eea traspasando hilos de lana
te está embrujando o vienes cansado de otro amor".
Y sin demora saltó cubierta con su túnica suelra
--¡y le sentó bien lanzarse con los pies desnudos!--
y, para que sus criadas no pudieran saber que estaba intacta,
disimuló esta humillación dándose un baño.


1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Hola Rafa! Me gusta mucho tu blog. La sección de libros sobre cristianismo, Biblia y medieval me parece excelente debido a que es el tema de mi estudio personal. ¡Gracias por compartir! Te quiero mucho y espero verte pronto. Catherina