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Hoy disfrutaba de mi viaje metrobusesco, pegado a la ventana como mosca, pero riéndome como loco con la última anécdota de Gelio, a quien leo desordenadamente (de la misma manera en que él escribía). Se trata de una anécdota sobre Demóstenes, el respetable orador griego que intentó salvar la democracia ateniense (...y no pudo). Para entender mejor la broma, conviene recordar que el último de los cinco cánones de la enseñanza oratoria es el de la pronuntiatio: en él, el orador aprende técnicas teatrales que le ayudarán --según esto-- a conmover mejor a sus oyentes:
Noches áticas, I, v
Que el rétor Demóstenes fue insultado por el cuidado que le ponía a su cuerpo y su manera de vestir, y malmirado por su refinamiento; e igualmente que, a causa de refinamientos de este tipo y de sus gestos histriónicos al dar discursos, el orador Hortensio fue apodado con el sobrenombre de Dionisia, una bailarincilla
Se ha transmitido que Demóstenes fue de vestuario y demás atavío del cuerpo, espléndido, elegante y demasiado cuidado: de allí que aquellos "graciosos mantitos y suaves tuniquitas" le fueran para oprobio atribuidos por sus émulos y adversarios [eso viene de la famosa serie de peleas entre Esquines y D.]; de allí también que no se abstuvieran de palabras torpes e ignominiosas contra él, y de decirle que era poco hombre y también de boca manchada.
Del mismo modo, Quinto Hortensio, el más preclaro de casi todos los oradores de su edad, exceptuando Marco Tulio [Cicerón, of course], porque se vestía y se arreglaba la toga con mucha elegancia y circunspecta y compuestamente, y durante el discurso sus manos eran demasiado vivaces y gesticulantes, fue atacado con afrentas y reproches infamantes, y muchas cosas fueron dichas contra él, casi como contra un histrión [útil recordar que, en Roma, decirle a alguien actor era como insultarlo], en las mismas causas y juicios. Pero cuando Lucio Torcuato, un hombre de ingenio un tanto agreste y desagradable, cuando se defendía el juicio contra Sila ante el consejo de jueces, de manera muy violenta y acerba le dijo [a Hortensio] que ya no era un histrión, sino una pantomima y lo llamó "Dionisia", con el nombre de una conocidísima bailarinilla, entonces Hortensio, con voz suave y baja, dijo:
--Dionisia, Dionisia en verdad prefiero ser que, como tú, Torcuato, amousos (sin Musas), anaphroditos (sin Afrodita), aprosdionisos (sin Dionisio).
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Próximamente en este blog, la anécdota de lo que Demóstenes le dijo a una prostituta que resultó demasiado cara, y la anécdota de lo que dijo el gobierno romano sobre la necesidad de soportar a la propia esposa.
1 comentario:
Al parecer los viajes en metrobús son fructíferos. En cuanto al anterior post, me acrodé de al´go muy curioso que llamo "efecto biblia". Mi abuela pregona que en ella siempre encontrarás un solución a tus problemas con sólo abrirla. Yo creo que eso te puede pasar con cualquier libro, y cualquier libro te puede hablar de lo que quieras siempre y cuando lo busques. CLaro, qué mejor que con Virgilio.Un abrazo. Ojalá nos veamos pronto. Y gracias por el contacto de Paniagua, al parecer si habrá espacio aún para él, lo cual festejo.
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